Hola, ¿cómo estás? Espero que hayas tenido una hermosa semana.
Hoy quiero hablarte de algo que, aunque pude hacer un clic, sigue siendo un desafío constante: ser la guardiana de mi tiempo y mi energía.
Soy naturalmente propensa al hacer, a ponerme objetivos, a generarme proyectos, a cumplir metas. Soy curiosa por aprender cosas nuevas y con facilidad para hacerlo. Pero ese loop, aunque suene increíble, puede volverse negativo y nocivo.

El tiempo como recurso finito
Durante muchos años no me detenía a pensar en lo que implicaba decir no.
Sabía con claridad lo que quería decir sí: lo fácil, lo agradable, aquello que me daba satisfacción inmediata. Pero no me preguntaba con la misma fuerza: ¿a qué necesito decir que no?
La respuesta apareció cuando tomé verdadera conciencia de la finitud del tiempo.
El día se va en lo doméstico, en lo urgente, en lo necesario para vivir. Pero cuando una decisión me costó atravesarla con cuerpo, alma y mente —cuando toqué fondo profundo— empecé a valorar más cada minuto. Comprendí que mis elecciones no podían estar llenas de cosas que me restaran energía.
Las decisiones difíciles como punto de inflexión
En mi caso, dejar atrás 25 años de carrera como ingeniera en sistemas y project manager, con posgrados, certificaciones, cargos importantes y ascensos “imparables”, no fue gratis.
Hubo ansiedad, caos, momentos de vacío profundo, un quiebre duro donde incluso no quería estar.
Lo explicaba a mi analista como el deseo de tener una llave de luz que dijera: “apaga” y listo. Pero claro, no es así. No es tan fácil. Hay que atravesar los miedos y esos momentos para transformarnos.
Me di cuenta de que no era que no quería estar en la vida, sino que no quería estar en esa vida. Y cuando crucé ese umbral y solté esa ancla, entendí que no iba a volver a decir sí a algo que me atara, por dinero, por títulos o por mandatos.

El espejismo del “sí” automático
Cuántas veces decimos que sí por inercia:
-
a ascensos que creemos que queremos y nos atan más;
-
a más dinero a costa de menos tiempo, menos energía y un vacío emocional;
-
a círculos sociales con los que ya no compartimos nada;
-
a mandatos familiares o culturales;
-
al miedo de perdernos algo si no estamos.
Cada sí automático es tiempo y energía menos para lo que realmente importa: lo creativo, lo esencial, lo que nos hace bien.
Ser guardiana del tiempo y la energía
Hoy, a los 47, soy más consciente que nunca de mi mortalidad.
Por eso cuido como una gladiadora mis no negociables: mi familia, mi salud, mi propósito con arte.
Decir no, aunque sea difícil, es la manera de preservar el espacio vital para mi vocación creativa.
Como escribió Kahlil Gibran en El Profeta: “El tiempo no tiene valor si no lo transformamos en algo que dé sentido a nuestra vida.”
El espacio, la energía y el tiempo vivo
Hoy mi vida gira en torno a la fotografía y al arte.
No salgo tanto como antes, no por ser antisocial, sino porque elijo con quién y dónde compartir mi energía. Me abruma estar en lugares que no resuenan conmigo; incluso tomar un metro o un transporte lleno de ruido me hace sentir que pierdo algo vital.
Si lo hago, es por un fin superior: ir a tomar fotografías, encontrarme con personas que me llenan de buena energía. Y si es por un trámite cotidiano, aprovecho el camino para leer o escuchar música, para transformar esa sensación de abrumarme en otra cosa.
Aprendí a reconocer cuando un espacio tiene energía que cae al vacío, cuando una interacción es tóxica o simplemente vacía. Y entendí que cada vez que decido estar ahí, no solo pierdo energía: también pierdo tiempo.
En cambio, cuando me rodeo de personas y experiencias que regeneran mi vitalidad, ese tiempo se multiplica. Es tiempo ganado, porque esa energía se expande.

De subir montañas a atravesar sueños
Antes subía montañas de verdad: con el montañismo y también corriendo en trail running, algo hermoso que recuerdo con mucho amor. Al mismo tiempo corría detrás de títulos, responsabilidades, certificaciones y cargos cada vez más exigentes.
Hoy camino más despacio. En vez de acumular logros, me pregunto qué valor puedo ofrecer a otros y cómo transformarme en una persona más flexible, más expansiva, más auténtica.
Joseph Campbell lo expresa con claridad: “Debemos estar dispuestos a dejar ir la vida que hemos planeado, para poder vivir la vida que nos está esperando.”
Y cuando aparece el propósito, ya no podés soltarlo. En mi caso se volvió un pulso vital que atraviesa todo: me levanto con él, me acompaña en mis sueños al dormir, y hasta en lo cotidiano más mínimo se filtra.
Como dice Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido, tener un “porqué” cambia por completo la manera en que habitamos el presente: “Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo.”
Este libro, al leerlo, me atravesó profundamente. Me imaginé: si me quedara sin nada, ¿qué sería lo que me salvaría? Y me vi pintando, tomando fotos, escribiendo. Eso es lo que me salva y me da vida a la vez.

Lo que me sostiene
Lo más difícil no es decidir a qué decir sí.
Lo más difícil —y también lo más liberador— es animarse a decir no.
Porque cada “no” es, en realidad, un “sí” al sentido, al propósito y a la vida que de verdad queremos habitar.
Gracias por estar del otro lado un viernes más.
Para mí sos más que un/a lector/a: me atrevo a soltar mi vulnerabilidad para que tal vez algo te transforme, y para acompañarte, porque al fin y al cabo todos atravesamos momentos similares. Y compartirlos es algo tan confortable como cuando mi familia y amigos me acompañaron en aquel momento que cambió mi vida.
Cariños,
Euge

El Ojo Intuitivo - Universo Creativo.
Si sentís que llegó el momento de profundizar en tu propio camino, te acompaño de manera personal a través de mi mentoría 1 a 1 para habitar y construir tu identidad creativa. Podés conocer en detalle los programas y aplicar a las mentorías: Tu Obra, Tu Espejo y Puente Creativo.
❣️ ¿Alguien te reenvió este correo? Podés suscribirte gratis a Inspirate aquí y recibir cada viernes nuevas reflexiones creativas.
¿Lo que leíste te resonó?, compartilo a otras personas para inspirar❣️