Cuando la creatividad no era el plan... pero terminó siendo el camino.
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Inspirate #30
¡Hola! ¿Cómo estás?
Estoy estrenando una nueva sección en la newsletter, donde comparto entrevistas con fotógrafos que, como vos y yo, llegaron al arte desde otros mundos. Historias que se alejan de lo convencional y nos recuerdan que el camino creativo puede empezar en cualquier parte.
Tuve el placer de conversar con
, un artista visual radicado en Londres que conocí en una de las salidas fotográficas en esa ciudad, y cuya mirada es tan sensible como única. Su historia rompe con la idea de que el arte es solo para quienes se formaron en él: viene del mundo de las finanzas, pero encontró en la fotografía —y en la pintura y la escritura— un lenguaje propio, una forma de presencia, pausa y contemplación.
Lo que comenzó como un escape, hoy es un camino profundo y en expansión. Su versatilidad lo llevó a explorar desde la fotografía callejera y de viajes hasta el retrato y la moda. Su obra ha sido publicada en revistas, utilizada por agencias de viaje, y destaca por una estética cuidada y auténtica.
Espero que esta conversación te inspire tanto como a mí.
🎙️ Entrevista completa:
Tu carrera se mueve entre las finanzas y las artes —fotografía, pintura, escritura—. ¿Cómo se dio ese salto entre mundos tan distintos?
El arte —ya sea pintura, escritura o fotografía— siempre ha sido mi forma de escapar de la realidad, una especie de meditación creativa. Siempre he creído que la mejor manera de recargar energías es sumergirse en algo completamente diferente a tu trabajo diario. Para mí, el arte ha sido ese contrapeso perfecto al mundo estructurado de las finanzas.

¿Qué te atrajo de la narrativa visual y qué te ofreció la fotografía que otras formas de arte no te daban?
Todavía recuerdo el día que compré mi primera cámara: una Panasonic compacta. No fue algo planeado. Simplemente la vi y pensé: ¿por qué no? En ese entonces, las cámaras de los teléfonos no eran lo que son hoy, así que fue una compra impulsiva bastante práctica. Empecé tomando fotos en modo automático, sin tener realmente idea de fotografía y, para ser sincero, sin ningún talento natural. Pero todo cambió cuando empecé a disparar en modo manual. De repente, empecé a prestar atención: a la luz, a la composición, a la historia detrás del encuadre. Ese cambio me abrió un mundo completamente nuevo.
En comparación con la pintura, la fotografía digital ofrece libertad. Puedes experimentar sin límites y borrar lo que no funciona. En la pintura, los errores son más difíciles de corregir para mi—literalmente estás desechando un lienzo.
¿Existe un tipo de silencio o verdad que solo una imagen puede expresar?
Absolutamente. Una fotografía habla sin palabras. Ese es su poder. El estado de ánimo, la emoción, la historia—todo tiene que expresarse a través de la luz, la composición, la paleta de colores. Es un lenguaje silencioso, pero profundamente expresivo.

¿Cómo decides qué fotografiar? ¿Planificas tus tomas o dejas que te encuentren?
Un poco de ambas cosas. A veces salgo con una idea o ubicación específica en mente. Hago la toma que imaginé y doy el día por terminado. Pero la mayoría de las veces simplemente deambulo. Si algo llama mi atención, lo capturo. Con el tiempo, he aprendido que la calidad supera a la cantidad—hay días en que vuelvo a casa sin una sola foto, y está bien. He acumulado una biblioteca tan grande de trabajo inédito que ya no siento presión por obtener la toma cada vez que salgo.
Claro, los trabajos para clientes—especialmente en moda—son otro mundo. Esas sesiones están altamente estructuradas, con conceptos y ubicaciones planificadas de antemano.
Durante tus caminatas fotográficas por Londres, ¿qué diferencias encuentras entre fotografiar en grupo y hacerlo en solitario?
Cuando fotografío solo, tengo la libertad de volver al mismo lugar varias veces al día mientras cambia la luz—o de esperar pacientemente al sujeto perfecto.
En grupo, la dinámica es diferente. A menudo estoy organizando la caminata, así que mi atención se divide entre la fotografía y asegurarme de que todos estén bien. Pero me encanta ver cómo distintas personas interpretan la misma escena. Es revelador. Me impulsa a experimentar, a ver las cosas desde otra lente—literal y figurativamente.

¿Cuánto de tu proceso depende de la intuición al componer una imagen?
La intuición lo es todo. A veces llego a un lugar con una imagen muy específica en mente, solo para encontrar que el sitio está bloqueado o ha cambiado. En esos momentos, hay que adaptarse rápidamente y confiar en el instinto para encontrar algo nuevo.
Otras veces, paso por un lugar y simplemente sé que hay algo allí. Ese instinto—detenerse, disparar—es algo que se desarrolla con el tiempo. Crece con la experiencia y el conocimiento de uno mismo.
¿Tu formación en finanzas influye en cómo ves o compones una imagen?
A primera vista, las finanzas y el arte no podrían ser más diferentes. Pero me he dado cuenta de que ciertos elementos de mi trabajo diario se filtran en mi proceso creativo. Soy obsesivo con los detalles—las líneas deben estar rectas, las composiciones equilibradas. Hay una especie de precisión subconsciente, quizá una necesidad de orden, que proviene de mi formación en finanzas.
¿Hay alguna imagen que hayas tomado que te haya sorprendido—una que revelara algo inesperado?
Sí, hay una que se destaca. La tomé en 2021 en Sifnos, Grecia, con una Fujifilm X-T3 y un objetivo básico 18-55mm. Al principio la descarté—quedó olvidada en mi disco duro durante meses. Pero cuando la revisité, vi algo que antes no había notado. La luz dura del mediodía sobre los edificios encalados le daba una sensación surrealista, casi pictórica. La imprimí y enmarqué, y hasta el día de hoy la gente me pregunta si es una pintura. Ese tipo de sorpresas hacen que la fotografía sea infinitamente gratificante.

¿Cómo ha evolucionado tu relación con la fotografía desde que comenzaste?
Al principio, tomaba muchas fotos—priorizaba la cantidad sobre la calidad. No siempre pensaba en el encuadre. Ahora, soy mucho más deliberado. A menudo puedo visualizar la imagen final antes de siquiera levantar la cámara.
Hubo un momento en Londres que lo ilustra. Estaba frente a un edificio histórico y pensé: A esto solo le falta alguien con un abrigo naranja. Minutos después, pasó un hombre con un suéter naranja. Fue suerte, sí—pero también paciencia. A veces espero 30 minutos a que aparezca el sujeto adecuado. Jamás habría hecho eso cuando recién empezaba.

Si tu fotografía pudiera hablar, ¿qué diría sobre ti hoy?
Creo que diría que he desarrollado un estilo personal—algo que se inclina hacia una estética nostálgica, casi vintage. Es sutil, pero intencional.”
¿Tienes un proyecto soñado o una meta artística en el horizonte?
Un sueño al que vuelvo una y otra vez es organizar o coorganizar una exposición fotográfica. Soy mi crítico más exigente, así que construir un portafolio coherente del que realmente me sienta orgulloso llevará tiempo. Pero me encantaría compartir mi trabajo en un espacio físico, curado—algo tangible e inmersivo.”

A veces, basta una historia para recordarnos que el arte no necesita títulos, ni permisos. Solo mirada. Solo intuición. Y la valentía de crear, aunque vengamos de mundos distintos.
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Gracias por estar del otro lado y por acompañarme en este viaje a través de la fotografía.
Con cariño,
Eugenia.
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