(For the English version: Open the article in your browser and activate the translator)
Hola, muy buen viernes. ¿Cómo estás?
En esta edición te voy a hablar sobre:
-
¿Ser artista se reduce a lo que hacés, o también a cómo lo vivís?
-
Qué implica habitar el arte más allá de mostrar una obra.
-
La importancia de construir una voz propia, con coherencia y presencia.
-
Por qué el contexto interno y externo también forma parte de lo que creamos.
-
Cómo sostener una mirada sólida en un mundo saturado de estímulos.
-
Y por qué crear también puede ser una forma de dejar huella, de trascender.
Durante mucho tiempo se creyó que si una obra era buena, bastaba.
Que el arte, por su fuerza e intensidad, podía transformar por sí solo. Pero con el tiempo empecé a sentir otra cosa.
Siento que no alcanza con crear. Es necesario ser tu obra.
No desde un lugar perfecto o resuelto, sino como una forma de estar en el mundo, con todo lo que eso implica.

Ser artista es una forma de estar en el mundo.
No importa si es tu profesión principal o un camino que recorrés en paralelo.
Lo importante es desde dónde lo hacés:
Qué preguntas te atraviesan.
Qué sentimiento o búsqueda se cuelan en tus trazos, en tus fotos, en tus colores.
Cómo elegís mirar.
Claire Bishop dice que “el contexto ya no es un marco, sino parte integral del significado mismo de la obra”.
Ese contexto no es solo lo que nos rodea: también es lo que nos habita.
Tus vivencias, tus silencios, tus intuiciones, tus contradicciones.
Y como dice la filósofa Marina Garcés:
“Vivir no es tenerlo todo claro, es mantener el hilo de lo que nos importa.”
Y en ese hilo, lo que creamos es también forma de vivir.
Se trata de sostener lo que sentimos como verdadero.
Esa coherencia íntima —aunque sea invisible para otros— es la que enraíza nuestra obra.
El problema es que, entre tantas formas de hacer y de mostrar, a veces dejamos de nutrir lo más importante: nuestra construcción interna como artistas.
Porque si todo parece fugaz, veloz, rozando lo superficial… ¿para qué profundizar?
Pero lo verdadero muchas veces no es lo más ruidoso.
Lo que permanece es lo que nace desde lo más profundo.
Desde un lugar que no busca agradar ni destacar, sino revelar la propia verdad, la propia esencia.
Hoy más que nunca, crear no es producir.
Crear es posicionarse existencialmente en el mundo.
Preguntarse:
¿Qué tengo para decir?
¿Qué parte de mí está hablando cuando creo?
¿Qué es lo que quiero habitar con mi arte?
Y eso no se improvisa. Se cultiva.
Con tiempo. Con estructura.
Con una presencia que no busca validación, sino su propia verdad.
Hace años tengo una idea que me guía, silenciosa pero firme:
Estoy construyendo una vida para cuando ya no esté.
Y no hablo de reconocimiento. Hablo de dejar una marca real, a quién llegue.
Eso, para mí, también es eternidad.
Porque cuando hablamos de amor, hablamos de crear. De dar.
Y en ese dar, algo perdura.
Que cuando alguien me recuerde, recuerde una sensación.
Un impulso, una pregunta, un color, una certeza.
Eso también es parte del arte.
Disparadores para llevarte:
-
¿Estás mostrando lo que hacés o realmente habitándolo?
-
¿Cómo sería vivir tu arte incluso cuando no estás creando algo tangible?
-
¿Qué raíz estás dejando crecer bajo tu camino como artista?
-
¿Qué querés dejar como huella en quienes se crucen con tu obra o con tu vida?
Gracias por llegar hasta acá, y espero de corazón que haya despertado algo en vos.
Nos leemos el viernes que viene.
Cariños,
Eugenia.