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(Versión en inglés más abajo)

De la mente al corazón, y del “yo” al “nosotros”

El 10 de abril escribí en mi cuaderno:

“Faltan 8 días para regresar a Buenos Aires. Es la primera vez en muchos viajes que siento que es mi casa aquí. Me da nostalgia regresar.”

Y enseguida, una dosis alta de ansiedad.
Me descubrí planificando mi futuro: todavía no me había ido y ya estaba buscando cómo volver, dónde hospedarme, cuánto costaría vivir acá, trabajar acá, continuar mis proyectos… Un pensamiento llevaba a otro, y a otro más. Un torbellino mental que conozco bien.

Pero algo fue distinto esta vez:
Reconocí a esa parte de mí como mi “yo viejo”.

El que quiere tener todo bajo control. El que estructura y planifica con detalle.
Ese “yo” sigue estando, pero ya no es el protagonista.
Hoy mi intuición y mi corazón tienen un volumen más alto. Y aprendí que hay una fuerza invisible que organiza la vida desde la incertidumbre. Desde lo que no se puede ver ni calcular.
Una fuerza que me lleva a lugares que no podría haber trazado ni con el mejor de los planes.

 

Durante este viaje entendí que mis planes mentales —aunque útiles a veces— están limitados a lo que ya conozco: mis experiencias, mi entorno, mi historia. Pero hay infinitas realidades posibles que todavía no viví, que no sé.

Y para llegar a ellas, hace falta soltar.
Soltar la necesidad de tener un “objetivo productivo” en cada cosa que encaro.
Soltar la idea de que todo debe tener un sentido inmediato o medible. Soltar el control.

Londres me devolvió una certeza:

Mi propósito no es solo expandir mi arte. Es transformar lo individual en colectivo, y lo colectivo en transformación individual.

Un ciclo virtuoso donde el arte no es un fin, sino un canal.
Una puerta para que muchas personas —yo incluida— se reconecten con su creatividad, su mirada, su sensibilidad.

Durante las salidas fotográficas que organicé en esa ciudad hermosa, me llevé palabras de otros que fueron disparadores:

→ Inspirador
→ Motivadora
→ Ves cosas que otros no ven
→ Energía y felicidad
→ Sentido de comunidad

Y ahí entendí:
La transformación ocurre cuando pasamos del yo al nosotros.
No con cualquier persona, sino con quienes vibran en valores similares.
Sin competencia. Sin ego. Donde el individuo se funde en el común, y desde ahí se potencia como nunca antes.

 

Hoy acciono solo si algo me mueve desde adentro.
Desde el corazón, desde la intuición.
Para impulsar mi propósito, que a su vez impulsa el propósito del otro.

Y ahí, quizás, ocurre el verdadero salto cuántico:
Ese en el que la realidad cambia no porque la forzamos, sino porque nos animamos a habitar un espacio nuevo.
Uno donde lo invisible también es parte del plan.
Uno donde el tiempo no es cronológico, sino creativo.

Gracias por estar ahí, con cariño.
Euge ❣️

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English version below ↓

A quantum leap in the timeline?

From the individual to the collective

On April 10th I wrote in my notebook:

“8 days until I return to Buenos Aires. For the first time in many trips, I feel like this is my home. I feel nostalgic about leaving.”

And suddenly, a wave of anxiety hit.
I caught myself planning my future: I hadn’t even left yet and was already figuring out how to come back, where to stay, how much it would cost to live here, work here, continue my projects... One thought led to another, and another. A familiar mental spiral.

But something was different this time:
I recognized that part of me as my “old self.”

The one that wants everything under control. The one that meticulously plans.
That version of me is still around, but it no longer takes the lead.
Now, my intuition and heart speak louder. I’ve learned that there's an invisible force that organizes life through uncertainty. Through what can’t be seen or measured.
A force that takes me to places I could’ve never imagined or planned with my mind alone.

 

This trip taught me that my mental plans —although sometimes useful— are limited to what I already know: my experiences, my environment, my history. But there are infinite realities I haven’t lived yet.

And to access them, I need to let go.
Let go of the need to extract something “productive” from every experience.
Let go of the belief that everything must have an immediate or measurable outcome.

London gave me back a deep clarity:

My purpose isn’t just to expand my art. It’s to transform the individual into the collective — and let the collective transform the individual.

A virtuous cycle where art is not the end, but a channel.
A door for many people —myself included— to reconnect with their creativity, their perspective, their sensitivity.

During the photo walks, I received words from others that became powerful triggers:

→ Inspiring
→ Motivating
→ You see what others don’t
→ Energy and happiness
→ Sense of community

And that’s when it clicked:
Transformation happens when we move from I to we.
Not just with anyone, but with those who resonate with similar values.
No competition. No ego. Where the individual merges with the shared space — and from there, grows in new ways.

 

Now I only take action when something truly moves me from the inside.
From the heart, from intuition.
To push forward my purpose, which in turn pushes forward someone else’s.

And maybe that’s what a quantum leap really is:
When reality shifts not because we force it to, but because we dare to step into a new space.
One where the invisible is also part of the plan.
One where time is not chronological, but creative.

Thanks for being here.

Love,
Euge❣️

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